domingo, 28 de enero de 2007

Persecución por anti-uvajedos

Los hechos ocurrieron este sábado, cuando Ángelus, Sejero y yo salíamos de una convención sobre la macroeconomía euro asiática celebrada en el salón de baile "976" (también llamada 9, comúnmente llamada la 9).
Empezamos a alejarnos de la 976 cuando, de pronto, sin haber andado más de veinte metros, oímos un ruido a nuestras espaldas. Era un sonido terrorífico, helaría la sangre al más valiente y bizarro de los hombres, incluso Ángelus tembló momentáneamente al oírlo. Sonaba como el piar de un pollo, el grito de guerra de los pollos, como se llama comúnmente a los no partidarios del Uvajed, que suena como: bruludulubru. Miramos hacia atrás, con el peor de los presagios, y vimos que nuestros peores presentimientos se habían cumplido. A lo largo de la calle, una gran fila de anti-uvajedos, liderados por Poyo, el pollo más perverso de cuantos han existido, estaban mirándonos y señalándonos con cara de odio. Todos ellos portaban bates de béisbol y navajas. Algunos llevaban incluso huevos, el arma más letal que existe. Delante de nosotros, en seguida aparecieron unos tanques, con la cara de Poyo pintada en la carrocería, bloqueándonos el paso.
Estábamos atrapados, entre los anti-uvajedos y los tanques, sin ninguna salida aparente ni ninguna oportunidad de escapar. Entonces, armados de valor, empezamos a correr en dirección a los anti-uvajedos. A medida que íbamos corriendo, ellos empezaron a correr, blandiendo los bates y las navajas en alto. Cuando ya estábamos a escaso medio metro, saltamos todos a la vez. La cara de estúpidos que se les quedó a los ultras mientras volábamos sobre sus cabezas fue de antología.
Al aterrizar, seguimos corriendo y nos refugiamos en una esquina, convencidos de que los habíamos perdido. Pero, al momento, oímos el ruido de un helicóptero sobrevolando nuestras cabezas. En menos que canto un gallo, teníamos al helicóptero iluminándonos con su luz. Era uno de los helicópteros del arsenal de Poyo, empleado en la II Guerra Poyal contra el ejército Uvajedo. Del helicóptero descendieron una docena de anti-uvajedos armados con metralletas. Nosotros, de nuevo, escapamos.
No se cuanto tiempo estuvimos corriendo, sólo se que tras pasar el río, miramos atrás y ya no nos perseguían. Se debieron dar cuenta que la margen izquierda es nuestro territorio y tenemos muchos aliados a este lado del río.
No sabemos aún cual era la intención de los anti-uvajedos, si matarnos o capturarnos vivos para sacarnos información. Sólo sabemos que el hacha de guerra está desenterrada y no serán ellos los próximos en atacar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

en la oh carol estan los prouvajedos